CONFLICTO SOCIAL

     Hoy en día es común recibir mensajes por diferentes medios electrónicos de comunicación social que aluden la existencia de conflictos sociales en nuestro país, dando por sabido que nosotros, los receptores de dichos mensajes, tenemos claridad sobre este fenómeno, cuestión que en la mayoría de los casos es bastante lejana a la realidad.

       Ahora bien, las teorías del Conflicto Social cualquiera que ellas sean tienen por finalidad explicar la necesidad que tiene toda sociedad de orden e integración para poder desplegarse. Dicho orden e integración puede lograrse por dos vías, antagónicas entre sí: el consenso o la coacción. Como quiera que sea, el conflicto es el factor del cambio social, el cual se basa en el establecimiento de grupos de cambio y acción social, con el objetivo de lograr la integración, a través de acuerdos o pactos con los demás actores o sectores sociales, de relaciones o estructuras inéditas, que propician los grupos de presión o interés de los artífices del cambio.

       Sin embargo, este artículo no tiene la pretensión de abordar la evolución histórica que este concepto tiene desde su perspectiva sociológica. Por el contrario, de lo que se trata es reflexionar sobre el fenómeno conflicto social y examinar si la sociedad mexicana actual es atravesada por este suceso social.

       Sentadas estas bases pienso que es imprescindible abordar, en primer término, donde se larva, desarrolla y expresa el conflicto social, es decir, la sociedad.

       Cualquier sociedad está estructurada en torno a la producción, circulación y apropiación o consumo de bienes, sean estos materiales o simbólicos; supone además determinadas formas de organización social y política, las cuales han de guardar congruencia para que ella puede desplegarse históricamente.

       Ahora bien, la desigualdad en la apropiación o consumo de los excedentes produce desigualdades en el seno de cada sociedad, que se traducen en conflictos, en tanto y en cuanto los sujetos que viven en la situación de menoscabo, propia de dicha disparidad, cobren conocimiento de su situación social. Los conflictos sociales se dan en sentido vertical, es decir, entre clases sociales, como también en sentido horizontal: entre sexos, entre generaciones, entre etnias, por citar algunos casos.

       La polarización de la sociedad, su división fundamental en dos grupos: dominantes y dominados, opresores y oprimidos, se produce en torno a la apropiación de los excedentes de la producción material. Desde este punto de vista el centro de la reproducción social es económico; por lo tanto, consideramos esta instancia como el núcleo de la conflictividad social1.

       En términos abstractos podríamos decir que los grupos que se apropian de los excedentes de la producción material, en la medida en que se ven favorecidos por las relaciones sociales vigentes, tienden a preservar ese estado de cosas a través del control político y simbólico de la reproducción social. Esto es, las clases dominantes no sólo se apropian de los excedentes de la producción material, sino que ejercen el control simbólico. La vida cotidiana está lejos de constituir un espacio común sin conflictos, sino más bien el embrión de todos los antagonismos, de las divergencias y contradicciones, de las tensiones acalladas, dado que no son las más inmediatas.

       Si consideramos válidos estos aspectos, podemos darnos cuenta de la multitud de conflictos sociales que se hallan en un estadio larvado y, que muchos otros, se encuentran en la superficie social.

       Para el primer caso, aquellos que se encuentran soterrados podemos señalar, por vía de ejemplo, el constante proceso migratorio hacia los Estados Unidos de América como respuesta social a la carencia de empleos en amplias capas sociales; la persistente baja en la calidad de la educación, en especial, en el nivel de primaria y secundaria que imposibilita el crecimiento económico; la existencia del duopolio televisivo como uno de los tantos grupos de poderes fácticos…

       Frente a ellos es común la aseveración que la mayoría de los mexicanos no tienen memoria histórica, lo cual de cierto modo es cierto, pero la pregunta que cabe hacerse es ¿cuál o cuáles son las causas principales que grandes sectores sociales no sean capaces de procesar sus historias personales en el ámbito social con el que interactúan? Y esta pregunta nos lleva a otra interrogante ¿qué papel juegan en la inexistencia de esa memoria histórica la educación formal e informal…? En la que los dichos sujetos individuales y sociales son incapaces de procesar adecuadamente los conflictos sociales que viven y que, sin embargo, estos conflictos se encuentran objetivamente en sus existencias… Aludiendo a Hegel y Marx, existe el “en sí” pero no se disponen los instrumentos cognoscitivos para lograr el “para sí”…

       A su vez para aquellos conflictos sociales que ya han emergido a la piel social podemos señalar, sólo por citar algunos, el Movimiento Estudiantil del 68; los procesos electorales presidenciales, caso de las elecciones de 1988 y 2006; Oaxaca 2006; y uno que se encuentra actualmente en pleno desarrollo, la extinción de la Compañía Luz y Fuerza.

       El estallido de los conflictos sociales antes señalados son señales sociales de la necesidad histórica imprescindible de la democratización de México. En efecto, algunos son antecedentes inmediatos del proceso de alternancia –el Movimiento Estudiantil del 68 y los conflictos postelectorales de 1988- los cuales, cada uno con sus consecuencias abrieron paso a la alternancia del 2000, la cual fue promovida por vastos sectores sociales como la puerta de entrada de México para su democratización.

       La oposición al surgimiento de la democracia real se realiza, cada que emerge un conflicto social por la vía de la coacción que adquiere rasgos variados, como son: campaña del terror, desprestigio de modos sociales de gobierno de otros países, pérdida ilegal de derechos adquiridos, o bien, la represión física. Este carácter variopinto de la coacción no elimina, en ningún caso, el uso de la violencia ilegítima.



1 Ideología. Rossi-Landi, F. Labor, Barcelona, 1980, pp. 80 y ss.





JOSÉ ENRIQUE VILLANUEVA MERCADO.

Curriculum


• Coordinador del área de lenguas y literatura de la Universidad de Guadalajara (U de G). 1980 a 1983.
• Coordinador de bachillerato de la U de G. 1983 a 1989.
• Profesor de la Preparatoria 2 (U de G) de 1975 al 2007.
• Diplomado sobre investigación áulica.
• Formador de profesores en la Universidad Autónoma de Nayarít (UAN) y en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
• Licenciado en Derecho por la Universidad de Concepción, Chile.
• Licenciado en Pedagogía UAN.
• Maestro en Educación.


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